Eduardo Sandoval Obando[1]
La pandemia provocada por el COVID-19 en Chile y el mundo ha dejado en evidencia un conjunto de falencias y precariedades existentes en la salud pública, impactando negativamente en la capacidad de respuesta de los equipos sanitarios ante el aumento progresivo de contagiados, la falta de autocuidado en la población de riesgo así como la respuesta tardía de los gobernantes para conducir técnica y políticamente esta catástrofe sanitaria. Además, recalca la importancia de avanzar en una política pública flexible, transparente y participativa que valore y proteja la salud mental de las personas durante emergencias y catástrofes, particularmente cuando la población se ve enfrentada a largos periodos de cuarentena preventiva, en los que el aislamiento social se transforma en un factor de riesgo diferencial al corto, mediano y largo plazo para la población (niños/as, jóvenes, adultos y personas mayores, etc.).
En vista de lo anterior, nuestro país está en deuda hace mucho tiempo con las personas mayores, pese a que se han implementado planes y programas específicos de protección de la vejez (turismo social, programa de buen trato, envejecimiento activo, rebaja en sist. Transporte, etc.), estas medidas han sido superficiales y no han permitido instalar un sistema integral y moderno que responda pertinentemente a las necesidades e intereses de nuestros adultos mayores. Por ello, y en el contexto de pandemia en los que las personas mayores se han convertido en una población de riesgo, producto del número total de fallecidos en el mundo a causa de este virus, es altamente necesario plantear las siguientes recomendaciones para la protección de la salud mental de este grupo etario:
· Evitar la estigmatización y el alarmismo: A pesar de que los medios de comunicación han reiterado el riesgo de salud que representa el COVID-19 para las personas mayores, el tratarlos como personas vulnerables puede ser aterrador e inducir mucho miedo. Procure relacionarse de manera empática y colaborativa con ellos/as, reforzando aspectos de higiene y autocuidado, así como la transmisión de información clara y precisa sobre las medidas sanitas implementadas en su región.
· Brindar contención y afecto: Los impactos psicológicos para las personas mayores pueden incluir ansiedad, estrés, irritabilidad o tristeza. Estas reacciones suelen ser particularmente difíciles para las personas mayores que pueden estar experimentando un deterioro cognitivo o demencia o que viven en soledad hace mucho tiempo. Ofrezcale apoyo y muestrese disponible para orientarlos en el uso de redes sociales o TICs que les permita activar y/o fortalecer redes de apoyo disponibles en su entorno.
· Potenciar recursos personales: hay muchas cosas que las personas mayores pueden iniciar por sí mismas o con el apoyo de un cuidador, si es necesario, para proteger su salud mental durante el periodo de cuarentena, tales como: realizar actividad física, mantener rutinas de readaptación activa; desarrollo de un hobbie (leer, pintar, juegos de mesa, etc.); asumir como desafío el uso de las redes sociales y medios digitales para entablar comunicación con pares o redes de apoyo familiar;
Finalmente, los sistemas sanitarios deberán identificar y abordar al mediano y largo plazo, las consecuencias potencialmente negativas que provocará esta pandemia sobre nuestra salud mental, siendo de especial interés las estrategias que podamos implementar para proteger a nuestras personas mayores, brindándoles condiciones y mecanismos que favorezcan una vejez digna en Chile.
[1] Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas; Doctor en Ciencias Humanas; Postdoctorado© en Desarrollo Evolutivo (Facultad de Psicología, Universidad de Valencia, España). Investigador Responsable del FONDECYT de Iniciación Nº 11190028. Académico adscrito Escuela de Psicología, Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos (IdeSH) – Facultad Ciencias Sociales y Humanidades – Universidad Autónoma de Chile (Chile).
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