Académico Facultad de Administración y Negocios
Universidad Autónoma de Chile
Al igual que los fenómenos atmosféricos que resisten la interacción de factores determinantes para que evolucionen, facilitando la dinámica propicia para que sucedan, el devenir de la actividad económica tiene un comportamiento similar. Nuestro país y en especial nuestra región hoy vive momentos de incertidumbre interna y global, donde el crecimiento, y por consiguiente el empleo, se han visto afectados. Hoy existe un tridente de sucesos relevantes que al conjugarse podrían transformarse en una tormenta que mantendría a nuestra economía estancada en el mediano plazo, impactando al gasto agregado que es finalmente el que permite generar empleo y recursos inclusive para el financiamiento de una agenda social.
Para dar vida a una tormenta se requiere la conjunción de ciertos factores indispensables. El primero de ellos es “el aire inestable”, que si bien se venía percibiendo, se agudizó con el estallido social y los hechos de violencia acontecidos en todo el territorio nacional, esto ha afectado principalmente a los sectores que generan buena parte del empleo donde el clima de tensión es inevitable mermando negativamente la confianza empresarial y de los consumidores, contrayendo el gasto en bienes durables especialmente en espera de que este temporal pase.
Un segundo factor es “el relente del ambiente” que, eventualmente, generaría el plebiscito nacional a desarrollarse el primer semestre, donde abstrayéndonos de la discusión política la evidencia indica que estos procesos históricamente traen consigo incertidumbre y provocan que los agentes económicos como empresas y familias congelen la toma de decisiones de inversión hasta poder proyectar una nueva realidad, ralentizándose aún más la actividad. Si sumamos un tercer factor que es “la elevación de aire” generada por el revoloteo que proviene del escenario internacional, donde los recortes de crecimiento de China entre otras economías producto del coronavirus podrían impactar negativamente nuestra balanza comercial, entonces estarían conjugándose todos los elementos para generar la tormenta, siendo esta el estancamiento de nuestra economía que a simple vista sería inevitable.
Sin embargo, en ocasiones las condiciones atmosféricas pueden estar dadas, como los elementos anteriores, pero la ausencia de ciertos parámetros anula las posibilidades de desarrollo y desenlace del fenómeno. En consecuencia, la capacidad que tenga la autoridad política para cimentar un clima de estabilidad y acuerdos, así como la propia resiliencia de los agentes económicos para encarar el futuro, podrían ser los elementos que permitan mitigar los lamentables efectos que tendría en nuestro país una tormenta perfecta.
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