Por Diego Guaita, gerente general de Mercer Chile
Las AFP se crearon hace más de treinta años y desde entonces, muchas cosas han cambiado. Antes no existían ni internet ni los teléfonos celulares, y tampoco había tratamientos médicos sofisticados o máquinas que hacen mejores y más rápidos diagnósticos, y que han permitido prolongar nuestras expectativas de vida.
La actual forma de capitalización permite que cada persona se pensione con lo que ha logrado ahorrar durante su período laboral. Obviamente es perfectible, por ejemplo en lo que respecta a disminuir los costos y aumentar la rentabilidad que las AFP otorgan a los ahorros, pero es un buen método que ha mejorado con los años.
Con este escenario, volver a un sistema de reparto no es técnicamente viable. Basta con mirar lo que está sucediendo en países de Europa o mucho más cerca, en Argentina, donde esta fórmula debe ser financiada con otros impuestos para que sea sostenible.
Volviendo a los cambios en nuestras existencias, hay tres que deben tenerse en cuenta a la hora de conversar acerca de las pensiones. Uno de ellos es que aumentó y seguirá aumentando la expectativa de vida, lo que implica que necesitaremos más dinero para cuando nos retiremos. Las mujeres sobreviven en promedio 28 años más luego de jubilarse a los 60, y se espera que esta cifra aumente por lo menos en un año por cada década que transcurre. Si suponemos que la carrera laboral de una mujer es de 30 a 35 años, podemos concluir que en poco tiempo más, las mujeres vivirán como pensionadas el mismo número de años que estuvieron trabajando.
Otro cambio relevante es la disminución de la tasa de interés, el factor más importante que golpea a las bajas pensiones. Hoy los rendimientos reales rondan el 2% anual, cuando en el pasado esta cifra era varias veces superior. Esto provoca que en la etapa de ahorro se logren menos fondos para el retiro y también que las pensiones que se otorguen sean más bajas.
Un tercer factor es la baja en la tasa de natalidad. Las familias están teniendo cada vez menos hijos. Esto no afecta a la capitalización directamente, pero sí hace inviable volver a un sistema de reparto que se autofinancie, ya que éste se basa en que los trabajadores actuales costeen a los jubilados. Además, no podemos dejar de lado que el mundo laboral ha cambiado. Las personas ya no trabajan toda su vida en una sola empresa como antaño, sino que van rotando, muchas veces por su propio deseo, pero en otras oportunidades de forma involuntaria.
Es por ello que debemos adecuar el ahorro a esta nueva realidad. Actualmente en el mundo, muchas empresas otorgan a sus empleados planes de pensión que tienen por finalidad que a la hora de su retiro, junto con la pensión la AFP, la persona cuente con un dinero que le permita al menos mantener su nivel de vida. Una de las grandes ventajas de estos sistemas es que el esfuerzo del ahorro lo hace la empresa en conjunto con el empleado, y de esta manera se toma conciencia de la necesidad de ser previsores.
Este tipo de planes también son sumamente potentes para ayudar al trabajador que se retira antes de los 60 o 65 años (según sea mujer u hombre) es decir, funcionan como planes de jubilación anticipada o como una renta ante el desempleo involuntario. Además, son una excelente herramienta para que las empresas puedan aumentar el compromiso de sus trabajadores, atrayendo y reteniendo a los mejores talentos. En Chile actualmente hay empresas que otorgan este beneficio.
La discusión sobre las pensiones no es nueva y para se dé en forma constructiva debemos entender que la vida cambia. No podemos esperar que un único sistema nos resuelva nuestro retiro, y por el contrario, debemos crear nuestro propio plan de jubilación. Ésa es la mejor fórmula y comienza cuando desde jóvenes hacemos pequeños ahorros que, cuando llegue el momento del retiro, nos permitirán vivir más tranquilos.
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