Estudio revela que los alumnos, muchas veces, no comen lo que los padres les han enviado de las casas, sino que se produce en el colegio un nutrido intercambio de alimentos. ¿Resultado? Podrían llegar a ingerir un promedio de 650 calorías diarias más de lo que una dieta saludable permite.
Santiago, 24 de marzo de 2015.– La problemática de la obesidad infantil en Chile sigue siendo preocupante. Según las cifras del Ministerio de Salud, la curva evidencia un aumento sostenido desde 2005, cuando la cifra de menores de 6 años obesos era de 7,1%. En 2013 se había empinado al 10,2%. A ello se suma el resultado del último Simce de Educación Física, aplicado en noviembre de 2012 a estudiantes de 8º básico, que reveló que el 44% de los estudiantes de ese nivel presenta obesidad (18%) o sobrepeso (26%).
Ahora que los escolares han retornando a clases, cobra relevancia el reciente estudio publicado en el “Journal of Early Adolescence”, encabezado por la investigadora Carolyn Sutter, de la Universidad de California, que revela un factor prácticamente ignorado en los estudios sobre obesidad: la alta influencia de los compañeros -los pares- en la modelación de los hábitos alimenticios, sobre todo en los almuerzos en el colegio, que representan el 25% de la dieta de un escolar.
Y es que muchas veces, los niños están lejos de comer lo que los papás se han preocupado de enviarles al colegio, porque les resulta más atractivo el intercambio de alimentos con los compañeros. “El hecho de que los niños compartan habla de valores positivos, porque es bueno que hagan comunidad. Sin embargo, hay que trabajar un segundo aspecto que parte desde el hogar: ya que los niños van a compartir, debemos enviarles productos saludables. Los adultos deben organizarse para que los niños hagan la mejor elección”, explica la nutrióloga de la clínica Meds, Ximena Muñoz.
La investigación analizó los intercambios de alimentos entre compañeros a través de observaciones diarias en una muestra de 76 estudiantes de quinto grado (entre 9 y 11 años, hombres y mujeres), recolectando los datos a través de mediciones antropométricas y observación. Los objetivos fueron evaluar la frecuencia de intercambio de alimentos entre compañeros, los tipos de alimentos intercambiados y las características de los estudiantes (sexo, peso) que participan en las transacciones.
Los participantes del estudio fueron medidos y pesados un mes antes de que se iniciara el período de observación: el 63% tenía un peso normal, un 23% presentaba sobrepeso, y un 14% era obeso. La observación a la hora de almuerzo se extendió durante tres semanas (entre julio y agosto de 2013). Cada interacción entre los estudiantes fue calificada como “compartir”, “negociar” o “robar”, entendiendo compartir como regalar sin recibir nada cambio; negociar como dar un producto y recibir otro, y robar como sacarle un alimento a un compañero sin que éste se lo diera.
Al término de las tres semanas se constató que hubo 47 intercambios de alimentos, con un promedio de 3,13 cambios al día (con un mínimo de 2 y un máximo de 10). De éstos, 25 fueron calificados como “compartir”, 20 como “robar” y 2 como “negociar”. Más de un tercio (38%) de los estudiantes participó en al menos una transacción y casi un tercio (28%) “ganó” alimentos a través de una interacción. Sólo cinco de los cambios fueron de comida comprada en el casino (específicamente galletas de chocolate y leche chocolatada), mientras que los 42 alimentos restantes provenían de comidas llevadas de la casa.
Los alimentos intercambiados eran de distinto tipo, pero todos podrían ser considerados altamente calóricos (galletas, papas fritas, dulces, barras de queso, leche chocolatada, sándwiches, cabritas, etc.) y con baja contribución de micronutrientes. Ejemplifica con un popular producto entre los estudiantes norteamericanos, un snack de queso crujiente, que podría resultar en un extra de 680 calorías más allá de lo que un almuerzo apropiado podría considerar.
“La mayor disponibilidad de alimentos altos en calorías y bajos en nutrientes de los intercambios entre los compañeros en el comedor es particularmente clave a considerar para los estudiantes ya clasificados como obesos. Este estudio es el primero en demostrar que los intercambios de comida entre pares pueden ser una vía para que tales estudiantes obtengan calorías excesivas”, señala el estudio.
Otros ejemplos son las barras de chocolate (320 calorías), galletas de chocolate (200 calorías), caramelos masticables (200 calorías) o pasteles (300 calorías)… Todos “extra” al menú diseñado por los papás. “Es muy importante tomar políticas consensuadas al interior de los establecimientos, porque es evidente que las intervenciones aisladas pierden impacto si la comunidad entera no está detrás del mismo objetivo, que es la alimentación saludable”, recalca Ximena Muñoz.
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